El Descontento de Rosita

Érase una vez una gatita de pelaje blanco y ojos azules llamada Rosita, que vivía en una casa grande con un inmenso patio y un hermoso jardín con flores y árboles por donde podía correr, saltar y divertirse persiguiendo las mariposas, insectos y algunos pajaritos que merodeaban por allí, o que hacían sus nidos en los árboles del lugar.

Rosita nunca estaba conforme con nada, ni con su dueña, la dulce Cecilia, que la cuidaba y la mimaba como si fuera un tesoro. Cecilia era una niña de 9 años que amaba a sus padres y era muy responsable, por eso, cuidaba muy bien a sus mascotas Rosita y el perro Mateo, además como no tenía hermanos las mascotas eran sus compañeros de juego y la compañía que ella necesitaba para no sentirse sola.

Gata Rosita, Cecilia y Perro Mateo

Un día en el que Cecilia se encontraba en la escuela, Rosita se sentía fastidiada y aburrida, porque pensaba que su vida era monótona y triste, entonces, decidió junto a su amigo el perro Mateo, salir a recorrer la ciudad. Caminaron y caminaron por varias calles, sintiéndose un poco cansados y hambrientos; muchas personas desconocidas pasaron por su lado y por más que Mateo aullaba nadie les hacía cariño ni les daba comida.

Gata Rosita

Muy cansados y tristes, llegaron caminando lentamente a un lugar donde había numerosos animales en casas con rejas y lo que más les llamó la atención, era lo pequeñito del lugar donde vivían. De repente...

Rosita se encontró con un enooorme gato de cuerpo anaranjado y rayas negras. ¡Qué animal tan hermoso y extraño, pero tan parecido a nosotros los gatos domésticos! Pensó Rosita, y se sentó a mirarlo. Claro que éste era un verdadero gato gigante.


Gata Rosita y Tigre Zandokán

Al verlo tan triste le preguntó cómo se llamaba y él le dijo que era el Tigre Zandokán que venía de la India, también le contó, que había dejado toda su familia allá cuando fue cazado y traído a este extraño lugar, en el cual vivía en esa jaula en la que apenas se podía mover y muy tristemente comenzó a rugir llorando de tristeza.

Luego de acompañarlo un rato, Rosita se fue a su casa con su amigo, el perro Mateo y en el camino le contó la triste historia de Zandokán y entre los dos comprendieron lo felices y afortunados que eran ellos en el lugar donde vivían, en el cual eran libres y tenían quien los cuidara, alimentara, y los quisiera.

Gata Rosita y Perro Mateo

Llegando a casa, se fueron corriendo donde su ama Cecilia, que estaba llorando, porque pensaba que alguien le había robado a sus dos mascotas. Los animalitos contentos le demostraron el cariño y agradecimiento que sentían por ella, y lo felices que eran de vivir en esa casa.

Del Libro "Cuentos para Niños que Cuidan el Medio Ambiente". © 2018 María Josefina Cerda. Todos los Derechos Reservados.

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María Josefina Cerda

Profesora de Educación General Básica con mención en Lenguaje y Comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Con una trayectoria de cuarenta años educando a los niños de Chile, hoy se destaca como Mediadora para el Fomento de la Lectura (Cuenta Cuentos).

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